En un mundo donde una interrupción puede costar millones, los planes de recuperación ante desastres se convierten en un elemento clave de resiliencia empresarial

Cada vez que una empresa sufre una caída de sistemas, una interrupción de servicios o un ataque cibernético, las pérdidas económicas y de reputación pueden ser devastadoras. En este contexto, los Planes de Continuidad de Negocio (BCP) y los Planes de Recuperación ante Desastres (DRP) han pasado de ser ejercicios burocráticos a convertirse en componentes críticos de supervivencia corporativa.

A pesar de sus similitudes, continuidad de negocio y recuperación ante desastres no son lo mismo. Mientras la continuidad se enfoca en mantener operativas las funciones esenciales del negocio durante una crisis, la recuperación se centra específicamente en restaurar los servicios de TI tras un evento disruptivo, sea este una catástrofe natural, un fallo humano o un ciberataque.

RPO y RTO: las métricas que marcan la diferencia

Toda organización que aspire a estar preparada debe entender dos conceptos esenciales:

  • Recovery Time Objective (RTO): el tiempo máximo tolerable para restaurar un servicio.
  • Recovery Point Objective (RPO): el punto en el tiempo al que los datos deben recuperarse para evitar pérdidas inaceptables.

Definirlos correctamente es esencial para diseñar planes proporcionales a los riesgos y al impacto potencial en las operaciones.

Del papel a la acción: el DRP como proceso vivo

Según el Disaster Recovery Journal, un plan efectivo se construye en diez pasos clave: desde el análisis de riesgos y la identificación de prioridades hasta la recopilación de datos críticos, la documentación detallada y las pruebas periódicas. Un DRP no es un documento estático, sino una herramienta viva que debe revisarse con cada nuevo sistema, cada adquisición, cada cambio organizativo.

Además, un buen plan debe incorporar:

  • Estrategias preventivas, como backups frecuentes, generadores eléctricos o software antivirus.
  • Medidas detectivas, como auditorías de seguridad o sistemas de monitorización.
  • Acciones correctivas, como restauración de backups, uso de sitios alternativos (hot/warm/cold sites) o acuerdos con proveedores para recuperación rápida.

El rol del auditor: más allá del checklist

Las auditorías de continuidad no se limitan a revisar documentos. Involucran verificar que los backups se realicen, se prueben y se restauren con eficacia. También incluyen la revisión de contratos, pólizas de seguro, inventarios de activos de TI y planes de comunicación de crisis. Todo debe estar documentado y ser accesible, tanto dentro como fuera de la organización.

Los auditores evalúan también la efectividad de los simulacros, los entrenamientos del personal, la resiliencia física de los centros de datos, la seguridad de los puntos de recuperación y la capacidad del equipo de liderazgo para tomar decisiones bajo presión.

Errores comunes que pueden costar caro

Entre los fallos más habituales detectados en auditorías, destacan:

  • Subestimar el riesgo real o centrarse solo en TI, ignorando el resto del negocio.
  • No definir correctamente RPO y RTO.
  • No implicar a la alta dirección.
  • No actualizar los planes tras cambios tecnológicos.
  • Falta de pruebas reales (solo simulaciones teóricas).

El futuro de la recuperación: del DRP tradicional al DRaaS

Con la llegada del Cloud Computing, muchas organizaciones están migrando sus planes hacia soluciones como Disaster Recovery as a Service (DRaaS). Estas permiten replicar entornos críticos en la nube con menor coste y mayor flexibilidad, con tiempos de recuperación medibles en minutos.

No obstante, el uso de la nube no está exento de retos: protección de datos sensibles, cumplimiento normativo (como el RGPD), seguridad de la infraestructura cloud y dependencia de terceros. Estos factores también deben considerarse al auditar un DRaaS.

¿Quién necesita un plan de continuidad?

La respuesta corta: todos. Desde hospitales hasta bancos, pasando por pequeñas empresas tecnológicas, cualquier organización que dependa de la información para operar necesita contar con un plan.

Y aunque la preparación tenga un coste, como recuerda un antiguo adagio de TI:

“El único plan más caro que un buen DRP es no tener ninguno.”

En un mundo interconectado, donde un fallo puede propagarse a velocidad de red, la continuidad de negocio ya no es una opción, es una obligación. Prepararse para lo peor sigue siendo la mejor manera de proteger lo más importante.

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