Según los últimos datos, casi el 60% de los jóvenes españoles manifiestan haber sufrido algún problema de salud mental. Son datos que se recogen en el último barómetro sobre jóvenes y salud realizado por la Fundación Mutua Madrileña y Fad Juventud, unos datos que han puesto en alerta a tanto a padres como a educadores y psicólogo.
En el punto de mira de los expertos, los efectos del aislamiento de la pandemia, pero también el abuso de los dispositivos electrónicos, cada día más cuestionados. La vuelta a las aulas tras el parón navideño ha coincidido este año con la prohibición de expresa de usar los teléfonos en los recintos escolares de Galicia y Murcia, mientras que en otras, como Castilla la Mancha, el uso está limitado a espacios ajenos al aula.
No se trata sólo de que puedan distorsionar el ambiente y las actividades académicas, sino de que, tal como explica la psicóloga de Clínicas Origen, Pilar Conde, el relacionarse con el mundo a través de las pantallas en detrimento de la experiencia directa puede estar relacionado con el desarrollo de problemas de ansiedad, provocando bajones anímicos e incluso dando lugar a incidentes graves como las autolesiones, todo ello dentro de un contexto de bajada general de la autoestima.
Centrándonos en las prohibiciones de las autoridades educativas, la experta admite que, si bien la norma puede ser percibida por los jóvenes como una merma de su libertad y será importante valorar bien como integrar las medida para generar equilibrio, el no disponer de móviles en el entorno escolar va a facilitar la concentración, la atención, así como el desarrollo de las competencias cognitivas y escolares necesarias. También, muy importante, explica, “va a ayudar a que las relaciones sociales se establezcan de manera tradicional, forjando vínculos sociales más significativos y desarrollando habilidades sociales”, sin olvidar que pondría freno a grabaciones y fotos, que pueden ser empleados como elementos de acoso escolar.
¿Y fuera de las aulas? ¿Teléfono móvil, sí y cuándo? Para los psicólogos de esta red de clínicas tan importante como la edad a la que los chicos tienen acceso sería el uso compartido con los padres, de tal forma que éstos puedan supervisar contenidos y horarios hasta una edad más avanzada.
De momento, parece existir cada vez más consenso en aumentar la edad del primer uso, hasta ahora establecida por cierto consenso social en los doce años. Uno de los motivos es la constante comparación que niños, adolescentes y jóvenes hacen con respecto a otros en las redes, circunstancia que, de nuevo, conduce a problemas de autoestima y de identidad y que, a su vez, es origen de problemas anímicos y de trastornos de carácter ansioso: “ se sobrevalora lo percibido y se infravalora lo propio, creándose así una brecha percibida significativa entre lo que se percibe como real y lo que se desea”. Más allá, la psicóloga advierte que el empleo de las redes sociales cuando la identidad no está aún establecida y la autoestima supeditada a la opinión ajena se convierte en un riesgo para el menor.
En este contexto, desde Clínicas Origen recuerdan que la solución al problema se inicia en casa, por lo que ofrecen estos consejos para padres. El objetivo, poner freno al abuso del teléfono móviles.
- Negociar tiempo de pantallas y supervisión de las mismas
- Facilitar la realización de actividades en contextos sociales, de deporte, en actividades que sean de agrado del menor.
- Disponer en el hogar de otro tipo de actividades o tareas que sean estimulantes para el niño.
- Tolerar las demandas de aburrimiento y delegar la responsabilidad en el menor para que busque la manera de solucionarlo, potenciando así su creatividad y la autorregulación emocional.
Según el informe de Fad arriba mencionado, los jóvenes pasan siete horas al día frente a la pantalla. La recomendación al respecto varía según países y por edades, pero, por ejemplo, China, uno de los gigantes de la tecnología, ha limitado el consumo diario en menores a dos horas diarias. La Asociación Americana de Pediatría sugiere, por su parte, limitar el tiempo de pantalla a una o dos horas diarias para niños mayores de 2 años, y para adolescentes, se recomienda establecer límites razonables.