Meta ha sorteado uno de los mayores riesgos legales de su historia reciente. Un juez federal de Estados Unidos ha desestimado la demanda antimonopolio de la Comisión Federal de Comercio (FTC) que, en el escenario más extremo, podía haber obligado a la compañía a separar o incluso vender WhatsApp e Instagram.
La sentencia, firmada por el juez James Boasberg, concluye que la autoridad reguladora no ha demostrado que Meta mantenga hoy un monopolio en redes sociales, pese a haber puesto el foco en las adquisiciones de Instagram (2012) y WhatsApp (2014) como movimientos para eliminar rivales potenciales.
“No tiene el monopolio hoy”
En su resolución, Boasberg reconoce que Meta pudo disfrutar en el pasado de una posición de dominio, pero recuerda que la ley exige probar el poder de monopolio en el momento actual:
«Independientemente de si Meta gozó o no de poder monopolístico en el pasado, la agencia debe demostrar que lo sigue ostentando en la actualidad. El veredicto del Tribunal hoy determina que la FTC no lo ha hecho».
El juez pone el acento en los cambios del mercado desde que la FTC presentó la demanda, hace cinco años, cuando Facebook dominaba con claridad las redes sociales generalistas. Desde entonces, el auge de plataformas como TikTok, la fragmentación del uso entre redes de vídeo corto, mensajería instantánea y redes temáticas, y la entrada de nuevos actores han transformado el panorama.
Según Boasberg, la frontera entre “red social” y “plataforma de medios sociales” se ha difuminado hasta el punto de hacer difícil considerar que Meta controle por sí sola un mercado claramente definido.
La tesis de la FTC: comprar antes que competir
La derrota judicial no significa que la FTC rebaje su discurso. El organismo se ha mostrado “profundamente decepcionado” y mantiene que Meta ha seguido durante años una estrategia sistemática para neutralizar amenazas competitivas mediante adquisiciones.
En el proceso han salido a la luz correos electrónicos internos, algunos de hace más de una década, en los que Mark Zuckerberg y otros directivos valoraban la compra de Instagram como forma de controlar un competidor emergente en el terreno de la fotografía móvil. En una de las frases que más titulares ha generado, el propio CEO llegó a escribir que, en algunos casos, “es mejor comprar que competir”.
La denuncia de la FTC sostenía que, más allá de Instagram y WhatsApp, Facebook habría utilizado sus condiciones de uso y sus APIs para dificultar el crecimiento de aplicaciones rivales, justo en el momento en que el consumo de redes sociales pasaba del PC al móvil.
Durante su declaración en abril, Zuckerberg reconoció la existencia de esos correos, pero intentó restarles importancia. Argumentó que se redactaron en fases muy preliminares de la negociación y que no reflejan la totalidad del interés de Facebook por Instagram, al que atribuyó principalmente razones de producto y visión compartida.
Un mercado muy distinto al de 2019
En su fallo, el juez Boasberg dedica varios pasajes a describir la transformación sufrida por la industria desde que la FTC presentara la demanda original. En aquel momento, Facebook, Instagram y WhatsApp acaparaban la mayor parte del tiempo de uso en redes sociales en buena parte del mundo.
Cinco años después, el escenario es mucho más complejo:
- TikTok se ha consolidado como la plataforma de referencia para el vídeo corto y la cultura juvenil.
- YouTube, tradicionalmente un servicio de vídeo, se ha convertido también en red social con formatos como Shorts y comunidades.
- Telegram, Signal y otras apps de mensajería disputan parte del terreno a WhatsApp e introducen funciones sociales.
- La propia Meta ha tenido que reinventarse con Reels para competir con TikTok y con nuevas funciones en WhatsApp Channels o Instagram Threads.
En este contexto, el magistrado considera que ya no es posible delimitar un mercado de “redes sociales personales” en el que solo juegue Meta, como defendía la FTC. La competencia, aunque fragmentada, es real y visible, y reduce la capacidad de la compañía para actuar de forma unilateral sobre precios —prácticamente inexistentes para el usuario final— o condiciones de uso sin enfrentar reacciones por parte de los usuarios.
Un alivio gigante para Meta
Para Meta, la sentencia supone mucho más que ganar un pleito. De haber prosperado la demanda, el tribunal podía haber ordenado remedios estructurales como la separación de Instagram y WhatsApp en compañías independientes o incluso su venta a terceros.
Ese escenario habría alterado profundamente la estrategia de la empresa, que desde hace años se basa en la integración entre las tres grandes plataformas —Facebook, Instagram y WhatsApp—, tanto a nivel de infraestructura técnica (mensajería interoperable, sistemas de anuncios comunes) como en explotación de datos y anuncios.
El fallo mantiene intacta esa estructura y da aire a Meta para seguir construyendo su ecosistema de servicios conectados, incluyendo su apuesta por la realidad mixta y el metaverso, que por ahora avanza más lenta de lo que la compañía habría deseado.
¿Y ahora qué puede hacer la FTC?
Aunque la sentencia es un golpe duro, la FTC aún tiene opciones sobre la mesa. Podría recurrir el fallo ante instancias superiores, aunque los tribunales estadounidenses suelen mostrar cierto escepticismo hacia las demandas que pretenden deshacer adquisiciones aprobadas años atrás.
También puede redoblar su vigilancia sobre posibles nuevas compras de Meta en el ámbito de las redes sociales, la realidad virtual o la inteligencia artificial generativa, donde la empresa compite con OpenAI, Google y otras tecnológicas. En un clima político marcado por la preocupación por el poder de las grandes plataformas digitales, cualquier operación relevante tendría un escrutinio máximo.
La eterna pregunta: ¿es Meta un monopolio?
Más allá de la letra jurídica, la decisión reabre un debate que ya es casi filosófico: ¿puede considerarse Meta un monopolio en redes sociales en pleno 2025?
Los reguladores sostienen que el tamaño acumulado de Facebook, Instagram y WhatsApp le otorga un poder estructural enorme sobre la atención de los usuarios, la publicidad digital y el flujo de información. Aunque existan alternativas como TikTok o X, argumentan, pocas compañías tienen una huella tan profunda y transversal en la vida digital de miles de millones de personas.
Meta, por su parte, insiste en que compite en todos los frentes: en vídeo con TikTok y YouTube; en mensajería con iMessage, Telegram y Signal; en publicidad con Google y una miríada de plataformas; y ahora, incluso, en inteligencia artificial generativa. La compañía apunta a que los usuarios pueden abandonar sus servicios en cualquier momento, y que ya lo están haciendo parcialmente en favor de nuevas apps, lo que demostraría la existencia de competencia real.
El juez Boasberg ha optado, por ahora, por la segunda lectura: en un mercado cambiante y fragmentado, Meta no puede ser tratada como un monopolio clásico. Pero la discusión dista mucho de estar cerrada.
Mientras tanto, la empresa de Mark Zuckerberg celebra un triunfo judicial que le evita una reestructuración traumática y le permite seguir operando WhatsApp e Instagram como piezas clave de su imperio digital.
La última palabra, sin embargo, podría no estar en los tribunales, sino en los propios usuarios: son ellos quienes, con cada descarga, cada mensaje y cada story, deciden si Meta sigue siendo el centro de su vida social en Internet… o si ha llegado el momento de repartir el juego entre más actores.
¿Es Meta hoy un monopolio en redes sociales? La sentencia dice que no. El juicio de la opinión pública, en cambio, sigue en marcha.
fuente: Juicio Meta