EAU se convierte en el primer país del mundo en ofrecer acceso sin coste a la versión avanzada de una inteligencia artificial como ChatGPT. La medida entusiasma… pero también plantea dudas sobre dependencia tecnológica y soberanía de datos.

El pasado 25 de mayo, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) anunciaron un hito mundial: todos sus ciudadanos y residentes tendrán acceso gratuito a ChatGPT Plus, la versión premium del asistente de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI y basado en GPT-4. Esta decisión coloca a los EAU a la vanguardia de la digitalización pública, pero también abre un debate necesario sobre las implicaciones a largo plazo de depender de tecnologías extranjeras en el núcleo de la vida digital de un país.

Tecnología de vanguardia, pagada con fondos públicos

Normalmente, la suscripción mensual a ChatGPT Plus tiene un coste de unos 20 dólares. En el caso de los EAU, será el propio Estado quien absorba este gasto. Se trata de una apuesta estratégica para acelerar la adopción de la IA en sectores como la educación, la función pública, el emprendimiento o la investigación. Una visión ambiciosa que, en principio, democratiza el acceso a una herramienta poderosa.

Con capacidades avanzadas de redacción, análisis y generación de ideas, GPT-4 se posiciona como un «copiloto cognitivo» para millones de personas. El objetivo de los EAU es claro: impulsar la productividad individual y colectiva y reforzar su marca país como referente en innovación.

El modelo emiratí: ¿exportable a Europa?

La pregunta que surge de inmediato es: ¿qué pasaría si un país como España siguiera el mismo camino? Imaginemos que el Gobierno español, en un esfuerzo por digitalizar el país, ofreciera ChatGPT Plus gratis para los más de 47 millones de ciudadanos. El impacto económico sería significativo, pero lo sería aún más el impacto en el tejido educativo, empresarial y administrativo.

Docentes mejor preparados, alumnos con acceso a tutores virtuales, PYMEs que pueden automatizar tareas de forma más eficiente y ciudadanos capaces de comunicarse y trabajar mejor con ayuda de una IA avanzada. Pero también surgirían interrogantes serios:

  • ¿Dónde se procesan esos datos?
  • ¿Qué tipo de información estaría compartiendo cada usuario español con servidores ajenos a la soberanía nacional?
  • ¿Podría esto derivar en una dependencia estructural de una IA estadounidense gestionada desde fuera de Europa?

¿Regalo tecnológico o cesión de control?

Aunque la medida de los EAU puede verse como un avance democratizador, no se puede obviar que la infraestructura y el control de esta inteligencia artificial siguen estando en manos de empresas como OpenAI, con sede en Estados Unidos, y que los modelos están entrenados con datos globales que pueden incorporar sesgos, limitaciones o vulnerabilidades.

Además, pese a que OpenAI ha incorporado funciones de privacidad y opciones de exclusión de datos, la posibilidad de que millones de usuarios compartan información sensible con un sistema extranjero debería obligar a repensar la arquitectura tecnológica de los estados modernos.

Una reflexión necesaria

¿Es el acceso gratuito a ChatGPT Plus un nuevo derecho digital o una puerta abierta a la dependencia tecnológica? La respuesta, como casi siempre en tecnología, no es binaria. Los beneficios son claros, pero también los riesgos. Lo que sí está claro es que países como España no pueden ignorar este tipo de movimientos: deben decidir si serán meros usuarios pasivos de tecnologías foráneas, o si darán el paso hacia el desarrollo de alternativas europeas soberanas, basadas en los valores y la protección de los ciudadanos del continente.

Fuente: Noticias inteligencia artificial

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