La doble cara de la tecnología: Entre la educación y la degradación juvenil

Vivimos en una era donde la tecnología, especialmente la televisión y los dispositivos móviles, han invadido nuestros hogares, convirtiéndose en una especie de ‘niñera digital’ para muchos jóvenes. El refrán «Dime con quién andas y te diré quién eres» parece haber evolucionado a «Dime qué ves y te diré en quién te puedes convertir», reflejando la profunda influencia del contenido audiovisual en el desarrollo de los niños y adolescentes.

En la actualidad, los programas de televisión, las series, la música y los influencers ejercen una influencia decisiva en la juventud. La cantidad de horas dedicadas al consumo de estos medios puede ser abrumadora. Algunos adolescentes llegan a invertir días enteros en ver series, lo que representa un tiempo valioso que podría dedicarse a actividades más enriquecedoras.

El contenido audiovisual de hoy en día frecuentemente incluye violencia gratuita, lenguaje vulgar, ideologías extremas y escenas explícitas que, a pesar de ser dirigidas a un público adolescente, no son apropiadas ni siquiera para muchos adultos. Estos elementos pueden deformar la percepción de la realidad de los jóvenes, inculcando comportamientos y actitudes dañinas.

No solo estamos hablando de la influencia negativa de los programas de televisión o las series en streaming. Las nuevas tecnologías, como los móviles smartphones y las redes sociales, han creado un campo minado para la juventud. Estas plataformas, diseñadas para capturar y mantener la atención, pueden generar adicción y afectar negativamente la salud mental y el desarrollo emocional de los jóvenes.

Es vital que los padres, educadores y cuidadores jueguen un papel activo en la supervisión del contenido que consumen los jóvenes. Esto no significa censurar completamente su acceso a las nuevas tecnologías, sino guiarlos hacia un uso responsable y crítico. Debemos enseñar a los niños y adolescentes a discernir qué contenidos son beneficiosos y cuáles pueden ser perjudiciales para su desarrollo.

Fomentar un pensamiento crítico es esencial. Los momentos familiares como las sobremesas o los paseos pueden convertirse en oportunidades para discutir y reflexionar sobre lo que ven en las pantallas. Preguntas como “¿Qué opinas sobre este programa?”, “¿Cómo te sientes después de ver esta serie?” o “¿Crees que esto refleja la realidad?” pueden ayudar a los jóvenes a desarrollar su propio criterio y a entender mejor el mundo que les rodea.

En resumen, mientras que la tecnología ofrece herramientas increíbles para el aprendizaje y el entretenimiento, también presenta riesgos significativos. Como sociedad, debemos esforzarnos por equilibrar los beneficios de estas herramientas con una educación crítica y consciente que prepare a los jóvenes para navegar en un mundo cada vez más digitalizado. La clave está en convertir el consumo pasivo en una experiencia interactiva y educativa, donde los jóvenes no solo consuman contenido, sino que también aprendan a cuestionarlo y a entender su impacto en sus vidas.

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